Las medias verdades de la Unidad


Es una verdad como un templo que la dirigencia opositora había perdido la calle antes de terminar el mismo año 2016, y lo hizo a sabiendas que el diálogo con el régimen estaba destinado a fracasar, por tanto lo que dice el documento sobre de que se «habló» con relación a dicho retroceso, no es que fuera una ocurrencia del pueblo, sino que fue una realidad muy tangible, solo atribuible a dicha dirigencia.
En aquellos momentos de calle caliente el régimen estaba mostrando su cara más feroz con una represión sin límites, pero también se estaba llegando a un punto de no retorno en el cual la rebelión popular podría tomar cuerpo en cada rincón del país, para forzar al chavismo a dialogar de verdad, o incluso a sacarlo del poder, porque dicha rebelión habría llevado a las fuerzas armadas a una encrucijada, cual era si masacrar a media Venezuela, o defenestrar al chavismo, para empezar todo de nuevo, esto es, o hacer como los militares birmanos, o como los chilenos al final de su ciclo de poder. Lo que pasa es que no tienen la decencia de reconocer que con aquella “salida”, tanto María Corina, como Leopoldo o Ledezma, les habrían arrebatado el liderazgo formal del que aún disfrutan. Aquel diálogo fracasado no puede eludir las sospechas de muchos venezolanos sobre su veradera motivación, cual fue desactivar el liderazgo que en la calle había adquirido esas tres personas.
De manera que no es que «se habló» de que la dirigencia opositora perdiera la calle, sino que ésta la abandonó por mesas de negociación, sin ninguna autoridad moral para ello y sin ningún sustrato racional que asegurara que ello nos iría a llevar a alguna parte.
Pasando al 2017, la dirigencia opositora reconoce que «incurrió en errores y omisiones graves, que es necesario reconocer con humildad y objetividad». Ciertamente que debe reconocerlos, pero ello no la exime de asumir sus responsabilidades. En cualquier otra parte, y por mucho menos que esto, con dirigentes menos cara dura, éstos ya habrían dado un paso atrás para dejar que otros tomaran su lugar. Esta dirigencia se cree eterna, y aunque parezca increíble, triste e irónico, la única manera para salir de ella ha sido mediante las inhabilitaciones políticas que la dictadura chavista les aplica cuando se vuelven realmente incómodos, léase cuando pueden ganarle alguna elección. Así pasó con Capriles, quien desperdició la mayor oportunidad de estas dos décadas con su “vuelvan caras” la noche de su triunfo presidencial del 2013, para convertirse en apariencia para el régimen en alguien dócil, pero que cuando se evidenció que aún tenía el poder en Miranda, el chavismo procedió de inmediato a inhabilitarlo. Bueno, al menos salimos de Capriles, quien demostró que en el lance final no se puede contar con él. Ahora solo falta salir de lo que queda de esta dirigencia, para buscarnos gallos con guáramo y con ideas, para salir de un Borges que como Presidente de la AN se dejó manosear por un vulgar y soez coronel, de un Falcón de quién uno nunca sabe cuándo se cambiará de bando, al igual que de un Ismael, y de muchos más. Y que la Providencia quiera que nunca lleguen a gobernar este país.
El clavo final del ataúd de la credibilidad de esta dirigencia opositora lo representa su reconocimiento de «no hemos sabido acompañar en las últimas semanas, de la forma amplia y contundente que se merecía el sufrimiento de un pueblo…», pero no es que no supieron, sino que no quisieron, al tiempo que se fueron a otra ronda de diálogo en República Dominicana. Es que hay que ser muy cara de cemento para decir eso y seguir viajando a visitar las playitas dominicanas durante el descanso de esas sesiones con Jorgito Rodríguez y demás compinches. Nuevamente, por mucho menos que eso un dirigente con un mínimo de sentido del honor se iría para casa.
Por otra parte, la Unidad se atribuye el logro de la presión internacional sobre el régimen. Eso todos sabemos que es falso, comenzando porque esta dirigencia durante años proclamó que en las elecciones venezolanas no había fraude, legitimando al chavismo ante el mundo. Por tanto, la presión internacional no se debe a la campaña mediática y personal opositora, sino a los problemas políticos que el mismo régimen se ha creado en el ámbito internacional, autogoles como el torpe manejo de la deuda externa, las declaraciones fuera de toda racionalidad insultando a cancilleres y presidentes de gobierno, y en general por el vulgar comportamiento de nuestra diplomacia. Así que poco tiene para presumir nuestra dirigencia opositora, con las obvias excepciones de Ledezma, o María Corina.
En este mundo sin misericordia, la represión y el sufrimiento de los venezolanos le tiene sin cuidado, como pasa con los musulmanes birmanos, los iraníes colgados de un poste, los ahogados en el Mediterráneo, los que huyen de Siria de una muerte segura, porque lo que realmente importa es el dinero, y Venezuela lo debe en grandes cantidades, y se sabe que no podrá pagar. Eso –como los reales que se le deben a Brasil, a Uruguay- y no otra cosa es el factor primordial que ha desatado cierto grado de presión internacional, con el perdón de Almagro.
La Unidad opositora habla de «unidad», pero no detalla cómo lograrla, porque disimuladamente lo que insinúa es que ésta debe girar alrededor de las personas que actualmente la lideran. Pero en la medida en que insistan en seguir anclados a sus cargos, esa unidad nunca se podrá producir, mucho menos sin elecciones de base, primarias libres, para escoger al candidato presidencial, y a todos quienes aspiren a cargos de representación popular. Decir que «procederemos a la escogencia de un candidato unitario para las elecciones presidenciales» es una frase hueca si no se especifica el mecanismo de escogencia. Solo hay que recordar el descaro con que se procedió en la escogencia de candidatos para la Asamblea Nacional, esto es, a dedo donde les convenía y sabían que tenían posibilidades, y por la base en los circuitos complicados, para que el resto se fajase en entornos hostiles o de muy baja probabilidad de triunfo. Ese jueguito, cual copia de lo que hacían AD, COPEI, o el MAS, es justamente la receta para que nunca se logre una unidad real.
El diagnóstico que impregna todo el documento de la Unidad es acertado, pero genérico, algo que se acepta por las naturales limitaciones de espacio que el papel ameritaba como mensaje al país, sin embargo, y dentro de lo igualmente genérico, no hay ni una sola llamada sobre lo que esta dirigencia quiere hacer con Venezuela, puesto que solo se limita al cambio de régimen, más la consabida llamada a la libertad y frases similares, algo que confirma que esta dirigencia no tiene un proyecto de país con una visión valiente que quiebre el esquema rentista que nos domina desde hace un siglo.
Por último, algo esperable, la Unidad habla del peligro sobre la desaparición o fragilidad de la Unidad, en un tono que tiende a anticipar cualquier crítica a su deficiente actuación, poniendo casi a título de chantaje que cualquier crítica en este sentido es ayudar a la dictadura en su permanente labor de zapa sobre la unidad opositora. Pues bien, si «esta» Unidad, o «esta» dirigencia opositora -que ha probado y confirmado ser una dirigencia débil y fallida-, se empeña en aplicar el ostracismo interno y mediático a quienes creen que su tiempo ha pasado, y que es hora de relevarlos mediante procesos democráticos internos en los cuales ellos no tengan relevancia alguna, pues difícilmente habrá Unidad verdadera, puesto que el opositor de a pie ya está vacunado contra las verdades a medias y la permanente manipulación moral de quienes no han sido capaces, ni siquiera entre ellos mismos, de apoyarse recíprocamente, al tiempo que se zacadilleaban para posicionarse estratégicamente en proyectos personales presidenciales que solo existían y existen en su imaginación.
Corresponde pues a los opositores de a pie poner en su lugar a esta dirigencia fracasada, y a escoger otros conductores. Allá ellos si no lo hacen, porque esa pasividad les privaría de todo derecho para quejarse cuando aparezca el próximo fracaso, luego de que los mismos de siempre los hayan manipulado a conciencia para ilusionarlos sobre que el fín del chavimo está a la vuelta de la esquina. Ya lo hicieron con Rosales, con Capriles, con la AN, con el diálogo, con las elecciones de gobernadores, etc. y seguirán haciéndolo en la medida en que ello contribuya a que sigan cobrando a finales de mes sin matarse mucho la vida. Que cada venezolano decente asuma su responsabilidad es la única manera de construir un frente opositor unido y eficaz, para luego intentar tumbar al chavismo, sea con votos, o con palos y piedras.
Hermann Alvino

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