El nudo gordiano de la oposición.


(A José Rodríguez Iturbe, por venezolano, y ciudadano del mundo. Con gran afecto)

I– Las terapias opositoras

– Esto lleva ya quince años, y puede que las circunstancias lo alarguen un poco más, o mucho, quien sabe; porque lo primero que hay que tener claro es que la vida es injusta, y  muchas veces –más de la cuenta– los malvados de la película se salen con la suya, se llenan de riqueza –para gastársela en caña, no en entradas para la ópera–, con el dinero mal habido arreglan sus familias por varias generaciones –y por ello sus descendientes ya tendrán una ventaja estratégica sobre los nuestros–, y hasta viven muchos años, porque a pesar de los malos deseos de muchos para que los invada alguna bacteria que los deforme, o un cáncer que los haga sufrir durante años –y los arruine económicamente–, esas horripilantes jugarretas dependen solo de la genética y del tipo de vida de cada uno, y están democráticamente repartidas para pillar también a los honestos, a los decentes, a los que se ganaron lo poco o mucho que tienen con trabajo duro y noble, y a quienes dejan un legado de alma limpia y de sólidos valores.

– La vida es así pues, y se va desenrollando mediante carambolas, y sin milagros, lo cual no nos exime en prepararnos personal y políticamente –aun a costa de la represión–, y en estar estratégicamente posicionados para poder aprovechar cualquier circunstancia, atajando así a las oportunidades de cambio personal y colectivo que intentan pasarnos de lado con indiferencia. Y eso vale también para los partidos, y la MUD.

– Frente al sufrimiento y la desesperanza objetiva, es inevitable que a la actitud de encararlas firmemente se le una el deseo individual y colectivo de evadir la realidad; ello es humano, legítimo y comprensible, incluso sin estar conscientes de dicha evasión, como es el caso de hacer amigos durante las colas de larga espera para conseguir víveres, o el sudar y gritar desaforadamente en las marchas por la libertad. Son estas evasiones –que van paralelas a la frialdad del raciocinio que nos vuelve a poner los pies sobre la tierra– las que nos permiten mantener a raya las angustias a las cuales el chavismo ha sometido por tanto tiempo a cada venezolano, incluyendo a quienes se han marchado a otra parte, y viven pendientes del terruño y de las tribulaciones de sus familias.

– Con todo y esos automatismos espirituales para sortear la brutal rutina diaria venezolana, hay que esforzarse para no caer en la falsa esperanza que ofrecen esos rumores que a todo opositor le complace escuchar –de que esto no aguanta más, de que acá pasará algo, de que la economía no resiste más, de que a Maduro lo tienen listo como carne en vara, etc.–; porque ciertamente, eso también es un autoengaño válido, y porque así somos lo humanos: siempre buscando un clavo ardiente al cual aferrarnos, aun cuando sabemos que lo más probable es que terminemos precipitándonos. Si lo dirán los cubanos decentes, que llevan muchas décadas sufriendo, los palestinos, a quienes desde hace casi un siglo, y a cada rato, se les repite la historia de forma casi idéntica, o los iraquíes, de quienes basta leer un libro de su historia contemporánea para percatarse con estupor cómo se ha repetido varias veces su actual tragedia.

– Se requiere de gran fortaleza espiritual para asumir que siempre se podrá estar peor, como esos pueblos que llevan muchas generaciones (con)viviendo con asesinatos, sicariatos, invasiones, torturas, escasez, injusticias, y todo lo que pueda imaginarse. Pero esas gentes superan su propio imaginario, que les tienta a culpar a quienes son ajenos a sus tragedias, para tener muy claras las raíces de sus conflictos, en un esfuerzo espiritual que no parece estar del todo asumido por el opositor venezolano, puesto que si bien en cada crimen el culpable es el victimario mismo –y su mandante si fuere al caso–, no puede desecharse el rol de quienes le permitieron cometerlo, eso es, aquellos a quien se les extravió la República, mientras se autocomplacían con su poder muchas veces inmerecido, ni el de sus actuales herederos, esto es, la actual dirigencia opositora civil y democrática, incapaz no solo de (re)unirse, mucho menos para quitarle el poder omnímodo de estos criminales que gobiernan.

– Obviamente que en estos crímenes contra la patria, también tiene altísima responsabilidad ese medio país –o algo más– que abarca a la indigna casta militar, que ha aceptado al mando a un presidente colombiano –que para enredo de los futuros historiadores, además está al servicio de una dictadura cubana–, y a todo un pueblo chavista, que ni siquiera ha demandado que se haga pública la verdadera acta de defunción de quien hasta hace poco era su líder espiritual y político.

– En esa indignidad al gentilicio, obviamente debe incluirse a los boliburgueses, siempre cobardones, cuyo desarrollo solo fue posible por su simbiosis con los mencionados militares, aunque estos ricachones en dinero y vulgaridad, por estar siempre prestos para subirse al carro del vencedor, permanentemente mantienen bien drenados unos vasos comunicantes con aquellos opositores que puedan convertirse en eventual alternativa real de poder, mientras estos últimos, aceptan esta conexión a cuenta de una suerte de realismo, mientras siguen sin percatarse de que siempre serán los tontos útiles de esos vivarachos.

– No hay entonces que estar revolcándose el alma, pensando en las barbaridades que comete la gentuza que nos gobierna junto a sus rémoras de maletín, porque con eso no se cambiará un ápice la maldad de Luisa Ortega Díaz, ni la del torvo Cabello, el resentimiento innato y la adicción a los pranes de la Fosforito, el vacío mental de Delcy Eloína, la cobardía de Jorge Rodríguez, el nepotismo enfermizo de Cilia, las imbecilidades de Izarra, la ineptitud de Jesse, la infinita maldad de José Vicente, la estulticia diaria de Jaua, ni el resto de iniquidad y prevaricación del gobierno y el PSUV. Ellos (y ellas…) son así, y no cambiarán ni torcerán su rumbo de ruina nacional.

–  Por tanto, mientras sigan allí, al mando, ya conocemos el futuro. No tiene caso seguir criticándolos ni continuar quejándonos, porque nada cambiará. A estas alturas ellos saben que nosotros sabemos quienes son, y cómo son, para despreciarlos con la indiferencia en cada lugar en que nos los encontremos, y así resaltar la inmundicia de sus modales, tristemente célebre ya en muchas partes del mundo civilizado.

– Pero ese desprecio no impide que de vez en cuando nos podamos desahogar en largas marchas, como las de antes, cual terapia colectiva, aunque no para tumbarlos –porque eso, sin sacrificio ni rasguños no parece posible– sino para reencontrarnos, y no solo bajo el techo frágil de algún auditorio municipal, sino bajo el sol, a lo largo de alguna de nuestras maltratadas autopistas urbanas, para contarnos, para sudar y hacer sudar al régimen cuando vea las fotos desde el helicóptero, y constate que si antes éramos muchos, ahora somos muchísimos más, al punto de ser mayoría, aunque aún infuncional e indefensa.

 

II– El nudo gordiano de la oposición.

– El régimen no cae, aguanta, incluso con la merma de la renta petrolera debida al deterioro de la producción, y a pesar de que casi toda ésta se destina a pagar la deuda china y la rusa, más lo que se le regala a Cuba y chulos afines; porque en última instancia, para controlar cualquier agitación, siempre estará la fuerza represora, ya optimizada por la tutoría cubana. Y si llegase a caer, no necesariamente se tendría la suerte de los tunecinos –hoy en pleno proceso de construcción democrática, porque se podría repetir la historia de Carmona, quien terminó provocando la reacción de quienes fueron defenestrados, para que éstos retomasen el poder, en una suerte de infortunio y torpezas muy similares a las del egipcio Morsi –quien a diferencia de Carmona, sí fue electo, y cuyo sectarismo no duró pocas horas, sino varios meses– para que su gobierno terminase igualmente mal: en manos de un dictador militar, para reponer todo en el mismo lugar previo a dicho desmadre, y para que la oposición tuviese que empezar todo desde cero, pero ahora con muchísima menos libertad, y más represión.

– El régimen no cae, porque éste ya no está compuesto solamente por Maduro y los payasos que le sirven de equipo de gobierno; o mejor dicho, porque el régimen ya no son ellos, sino los cubanos, quienes además de colonizadores y chulos de la riqueza venezolana, a su vez sirven de pivote estratégico a sus aliados chinos, rusos y brasileños –más algunos otros que cuentan poco, o nada, como los argentinos, uruguayos, bolivianos, ecuatorianos y nicaragüenses, y otros que cuentan mucho más, no solo económicamente –como Irán– sino políticamente –como Siria–, en un juego global al cual Chávez siempre quiso participar, aunque dada su estulticia, al igual que la del pobre Jaua, quien ejerce de canciller títere, nunca pudo comprender del todo, y del cual, aun suponiendo que estuviese al frente del “proceso”, de facto ya sería una figura menor.

– El régimen no cae, porque poco a poco se están creando las bases de dependencia real e irreversible, cuyo control no estará a cargo de los actuales colonizadores políticos y represores cubanos, porque éstos, para los chinos –que tienen el poder económico concreto sobre el país–  son desechables, y podrán ser reemplazados en un futuro cercano, luego de que haya pasado el tiempo en que se limitaban a enviarnos dirigentes para firmar papelitos de convenios como prólogo a los préstamos que éstos conllevan, y vengan los días durante los cuales nos enviarán también muchos de sus habitantes –que les sobran por millones–, cual castigo de la Historia, que recuerda cuando los españoles colonizadores vinieron por miles a estas tierras de gracia. Esos chinos vendrán a cobrar y a mandar, más no a traer libertad, ni prosperidad para los nativos, como tampoco lo hicieron –si es que vamos al detalle de las cosas– la gran mayoría de ibéricos de entonces.

– La comparación del régimen endógeno en su actual estado evolutivo con algún otro de la historia contemporánea recuerda al caso rumano post caída de la URSS: el paralelismo entre el Comandante barinés y el Conducator, el instinto de fagocito burocrático de la esposa de aquel rumano con la actual consorte del cucuteño –ridículamente denominada “primera combatiente”, Cilia, aunque en realidad, al igual que la presidenta del TSJ, siempre se ha tratado de una vulgar atracadora de bancos–, al hecho de que en la Rumanía de aquellos años todos iban con una bolsa o recipiente en la mano, estando siempre pendientes de qué alimento podían conseguir en su camino de ida al trabajo, y el de vuelta a casa; y a que el pago de la deuda contraída por ambos regímenes obligó a comprometer toda la riqueza nacional, dejando a sus propios paisanos pasando necesidad. Dos países con características disímiles, y con tragedias sociales parecidas, y obviamente con un desenlace criollo que está aún por saberse. Al menos los rumanos tenían un sistema educativo cuya formación técnica era infinitamente superior a la payasada universitaria bolivariana, factor éste de inmensa importancia cuando toca reconstruir un país entero; en eso andan, y, con todo que ya llevan casi un cuarto de siglo haciéndolo, aún les falta muchísimo. Es el legado comunista, tal vez nuestro espejo de futuro.

– El régimen no cae, porque no hay pueblo con ideas claras, ni dirigentes opositores que se atrevan a decir –por ejemplo– que hay que aumentar la gasolina, ni políticos opositores que le digan a los obreros y sindicalistas que están en contra del contrato colectivo de SIDOR, que luego de todos estos años de chavismo, es inaceptable que ellos sigan afirmando que son “socialistas”.

– Esto es, el régimen no cae porque el país carece de una masa crítica de ciudadanos, y ciertamente de opositores, dispuestos no solo a afirmar que son liberales, sino que estén convencidos de ello. Un ejemplo de esto es el dado por la alta dirigencia del COPEI actual, un partido que de ser el segundo más grande de la democracia, y hasta el primero en un par de instantes fugaces –ahora anda por el 2%–, para oponerse al aumento de la gasolina recurre a una “encuesta” popular. Probablemente un estudio serio arroje resultados similares, pero ya en COPEI nadie recuerda –a pesar de su formación cristiana– que el pueblo, puesto a elegir, casi siempre escoge a Barrabás. Quien sabe si estos copeyanos pertenezcan a ese grupo de confundidos, que durante décadas asimilaron solo superficialmente los mensajes de la Doctrina Social de la Iglesia –como de igual forma lo hacían muchos adecos con su socialdemocracia– sin nunca se preguntarse en qué marco socioeconómico se concretaba eso.

– Pues bien, parece que en el actual COPEI aún no se han dado cuenta que tanto la expresión política de aquella doctrina –esto es, la Democracia Cristiana– como la del socialismo democrático –la Socialdemocracia–, deben desarrollarse dentro de un sistema liberal, con libertades –valga la redundancia– políticas, económicas y sociales –y cuyos matices constituyen otro debate, ciertamente–. Y esa confusión los lleva a declarar inconsistencias que les terminan de arrebatar el remanente respeto que aún existe hacia un partido que fue esperanza de prosperidad y paz social.

– Obviamente, lo mismo puede decirse del resto de la oposición partidista, de la que nadie ha dicho que todo lo que se realice en materia de control de cambios siempre fracasará, porque es el mismo concepto de control lo que constituye un error de base, y que la única solución para resolver problemas como el de la corrupción cambiaria y el de la desinversión extranjera es un cambio libre, que responda a la simple oferta y demanda del mercado. Y no se ha dicho nada sobre esto, ha sido porque al igual que en el asunto de la gasolina, los mismos opositores no son capaces de superar esta enfermiza visión estatista de la sociedad.

– Todo esto nos lleva a recordar un valiosísimo aporte de José Rodríguez Iturbe titulado “El nudo gordiano del chavismo”, que se ha estado difundiendo por partes en algunos medios escritos (quienes no lo han leído pueden abordar su versión completa en una página de Antonio Sánchez García, acá: http://goo.gl/jtVvv7). El ensayo ofrece un magistral repaso de nuestra evolución política y social, y recurre a la figura mítica del nudo de Gorgias, un campesino que llegó a ser rey de la actual Anatolia en Turquía, y que en agradecimiento a Zeus, dejó en su templo carro, lanza y yugo, anudados de forma tal que los extremos del cabo estaban por dentro del nudo mismo, haciendo casi imposible desatarlo, creando así la leyenda de que aquel que lograse hacerlo terminaría conquistando toda Asia.

– Por supuesto que todos sabemos que fue Alejandro Magno el que llegó y dominó hasta el Ganges, previo paso por ese templo donde, sin pensarlo mucho, y sin meterse en vericuetos, se fue por la vía directa para destrozar al insondable nudo de un solo sablazo. En el caso de Pepe Rodríguez, todos podemos enlazar esta remembranza con el párrafo final de su ensayo en el que a su vez se cita a Dick Morris: “El apaciguamiento no brinda una opción entre la paz y la guerra, sino sólo entre luchar y rendirse”, mientras anuncia un más bien tempranero final de la pesadilla, gracias a la combatividad de la sociedad civil venezolana, y de sus estudiantes.

–  Porque retomando los ejemplos comentados, de eso trata el propio nudo gordiano opositor: en seguir atados a paradigmas impuestos por el chavismo, que ni siquiera son coherentes entre sí, ya que son derivados de la ensalada mental del extinto barinés y de toda la fauna ñángara que ha parasitado dentro de la burocracia chavista. Peor aún, sin embargo, es haber internalizado ese mejunje, lo que hace que las críticas opositoras al régimen, y los aportes a la salida del pozo, se basen en variantes de aquel, esto es, no se dedican a intentar cortar el nudo, sino a desenredarlo sin éxito, porque no le entran con la actitud práctica de los estudiantes, arriesgados e inconscientes por su propia juventud, y que aún exudan gas tóxico de su piel, que a lo mejor no ganan, pero que luchan, y no se rinden.

– Esas capas de complejidad que el régimen impone para tratar de domar una gobernanza que de raíz está conceptualmente errada, son entonces, cual arenas movedizas, el campo de batalla argumental opositor, lo que al final se traduce en doble derrota, porque por una parte el régimen no le hace caso a ninguna sugerencia disidente, y por otra, la línea argumental opositora padece los mismos errores de base oficialistas, lo cual a su vez es reflejo de su mayor error, cual es que si el chavismo supuso una revolución cuyo objetivo fue poner patas arriba al sistema de entonces, la oposición debe comprender que su eventual éxito solo será posible si su acción conlleva otra revolución, que a su vez liquide el sistema chavista.

– Seguir litigando dentro del paradigma chavista equivale a callar, y a otorgarle a este indefinible “socialismo” latinoamericano el triunfo espiritual y moral que requiere para seguir emponzoñando al continente. Y no se trata de imitar a esos venezolanos del siglo xix que se definieron liberales porque los otros eran conservadores, sin más diferenciación que su manía enfermiza del poder, sino de asumir lo liberal como un principio básico de la democracia y la libertad, cual elemento indispensable para no seguir diluyéndose como opositores, ni seguir contribuyendo a un imaginario “socialista” falso, que incluso se delata con la persistencia del atraso de Cuba, a pesar de estar recibiendo un inmensa riqueza desde el inicio del chavismo.

– Por su parte, quienes aun se animan a estudiar o leer por placer algo de la literatura de la antigua Grecia, de inmediato recordarán que en nuestra guerra de independencia, al igual que en las sagas de Homero, el adversario no era familia, sino un extraño, al cual se podía exterminar sin mayor problema ético, ni por parte de los dioses ni por los combatientes. Pero también habrán notado que desde entonces –ya libres para pelear entre nosotros– el adversario que se iba inventando estaba dentro del barrio, dentro de casa, y por tanto era su paisano y familia, a similitud de las tragedias de la era de Pericles –las de Eurípides, Sófocles, y Esquilo– en las cuales la sangre era de la misma estirpe, y por ende asociada a un crimen ético imperdonable (por algo eran tragedias). En el caso del chavismo, ese adversario han sido los “escuálidos”, y aunque podamos apostar fuertes a locha que de esas cosas casi ninguno de ellos ha leído nada, este paralelismo grecoendógeno podría ayudarnos a explicar las razones por las que Capriles, junto a gran parte de la oposición, no hayan optado por el camino de la violencia entre paisanos: porque la sangre de la familia mancha más, y es más difícil de quitar que la del extraño; aunque si vamos al detalle, y recordamos que Maduro es colombiano, y que está de mandadero de los cubanos, y éstos de chinos y rusos, pues entonces no habría ética capaz de resistir una diferenciación que justifique el inicio de alternativas violentas, esto es, homéricas, siendo este razonamiento lo único que nos permitiría justificar el odio entre venezolanos, al ver a parte de éstos tan extranjeros como sus titiriteros.

– Porque, por ejemplo, si en esos parajes de lengua árabe, persa y turca, se es un extraño aun dentro de la misma religión –básicamente entre sunitas, chiitas, más las demás variantes, como los alawitas, o entre aquellos jenízaros otomanos y los mamelucos egipcios– para efectos de la venezolanidad, extraños son los cubanos, los chinos y los rusos, como llegaron a ser para Bolívar los españoles y canarios, siendo él mismo de sangre hispana por los cuatro costados. De manera que si alguien de forma hábil y eficaz –dispuesto además a perder el pellejo, en caso de salir mal parado en algún lance– comenzase a despescuezar a chavistas e invasores mediante artefactos explosivos o emboscadas, argumentos justificativos no faltarían, aunque ello no resolvería el problema de la reconstrucción material y espiritual del país.

– Cuestión de valoración de alternativas pues, porque de seguir en este estado de letargo opositor, sin ser capaces de transmitir  propuestas de país –asumiendo que las tengamos–, y sin labor de combate político de calle, todo quedará así: esperando elecciones –y fraudes–, dejándole la responsabilidad de que corra la sangre solo a los atracadores y sicarios que diariamente recorren nuestras calles, y a los represores, cuando a alguien se le ocurre manifestarse, sabiendo que nunca se podría ganar –y menos estando desunidos como oposición–, mientras pasan más lustros y más generaciones, que a la postre desconocerán todo del pasado democrático –incluyendo los herederos de la actual oposición– hasta que incluso cambie el acento llanero y andino en una suerte de cantaíto cubano o caribeño, para hablar como si se tuviese una mandarina dentro de la boca, y la segunda lengua no sea más el Inglés, y poco a poco nos parezcamos sociopolíticamente cada vez más a países como Nigeria –donde los chinos mandan también, y mucho.

– Por otra parte, y de seguir así, no es de extrañar que haya opositores que quieran saltarse los tiempos, y recurran a la violencia. Pero si llegaran a hacerlo, deben recordar que triunfando o no, deberán luchar sin rendirse, y que para ello requieren recursos, armas, unidad de mando, y disposición a perder la vida; y tener claro que a ese camino se sabe como se entra, más no cuando se sale, ni en qué condiciones, ni si luego será posible reconciliación alguna, no solo con quien, de partida y para iniciar ese camino, se le consideró un extraño al gentilicio, sino entre la gente del mismo bando.

– Cubanos, chinos o rusos, podrán entonces dominarnos material y financieramente, incluso podrán alienar a muchos venezolanos, debido a una profunda ignorancia personal, una tendencia a banalizarlo todo, a esquivar cualquier lectura compleja –y a veces hasta simple–, y en general a una falta crónica de referencias que van desde la historia patria, pasando por la educación cívica, para llegar hasta lo idiomático, al haber simplificado –mejor dicho, degradado– nuestro diario hablar a pocas palabras, mal escritas, conjugadas con numerosas groserías que han sustituido a las tradicionales muletillas, y que le sirven de matriz y sustrato a un discurso generalmente inarticulado, evidenciado en los foros de la red, en los que se aprecia un alarmante grado de analfabetismo funcional, y un obvio desconocimiento de la ortografía y sintaxis.

– En cambio, lo que estos nuevos colonizadores no podrán hacer es convencer a quienes sí disponen de la base cultural y liberal que permite disputarles no solo el terreno conceptual, sino también de la comunicación política. Por eso es que controlan y cercenan a los medios libres, porque ellos saben muy bien que moralmente están en deuda con la sociedad y con la Historia misma. Y ésta es la única batalla que hay que librar a fondo si se está desarmado, y no se está haciendo –y no nos referimos a los medios controlados, donde obviamente es imposible– sino a las redes sociales, que han probado ser un canal válido para poner contra la pared a los tiranos y farsantes de varios regímenes. Este terreno sigue en manos de espontáneos, cuyos contenidos a favor y en contra del régimen, por un lado, y con mucha frecuencia, dan asco por su vulgaridad y tristeza por su carencia conceptual, y por otro prueban la honda brecha espiritual entre venezolanos que el chavismo ha generado y consolidado.

– Los terrenos de lucha pues están claros, en lo callejero, en lo conceptual, en lo mediático y cibernético, y están a cargo fundamentalmente de la élite opositora. El problema es entonces involucrar al resto de venezolanos, y eso no se hace diciendo verdades a medias, mucho menos callando una visión de país alterna y completamente opuesta a la del régimen. No es con enredos retóricos para complacer a todo el mundo como se avanzará, cual intento de construcción del nudo gordiano, sino enfrentándose a éste con el convencimiento de que nuestras ideas y nuestra ética son superiores.

– Si no se alcanza ese objetivo, entonces será muy complicado galvanizar a todo el pueblo opositor. Y ha sido justamente esta limitación la que ha impedido ir más allá, tanto en las acciones de calle –por parte de aquellos que se convencieron de que esa es la vía–, como por la vía del activismo de barrio –que a su vez sería limitación adicional al fraude, cuando toque ir a elecciones–, como por quienes optarían por una lucha permanente expresada en esa resistencia pasiva que implicaría pasar hambre, dejar de pagar tasas abusivas, no lubricarle la mano al corrupto y vociferar a todo pulmón el abuso, etc.

– Después de todo, si se quiere conquistar al país, que es algo más pequeño que Asia, en algo habrá que mojarse, aunque sea pensando.

¿No les parece?

Hermann Alvino

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