«Bajear»


1- Según el Diccionario de la  Real Academia Española de la Lengua, el término «bajear» viene de Cuba y se refiere a “Acosar a alguien sutilmente con el fin de alcanzar algún beneficio.”

No sabemos si esa palabra es de uso frecuente en dicha isla, aunque empíricamente se puede afirmar que en Venezuela no lo es, a pesar de encontrarlo en la letra del Gabán de Serenata Guayanesa, donde entre un gabán “de bonito plumaje” que asistirá a la fiesta de San Juan “patrón de los negros” y sus “dos tragos de aguardiente”, cumacos y cueros, quien canta anuncia que “igual que una cascabel metida en el chamizal, con esos ojazos negros mi negra me va a bajear”.

2- Sincretismos religiosos aparte –sin negar que musicalmente éstos pueden llegar a ser muy sabrosos-, “bajear” tal vez es la mejor definición del contexto político venezolano desde que el petróleo hizo su aparición en 1914, mientras iba ascendiendo por el pozo Zumaque I del Cerro «La Estrella» -en los terrenos de la hacienda Zumaque, para más señas, del Municipio Baralt del Zulia-, potenciando un mal que sin duda afecta a toda la humanidad desde que existe, pero que en países como Venezuela, donde durante estos ciento diez años no ha habido otra manera de generar dinero para poder funcionar -más o menos-, el mal se ha convertido en un vicio que todos conocen bajo el nombre de “clientelismo”.

3- Porque, para entendernos, ha sido desde aquellos tiempos cuando se produjo esa inesperada ducha de maná negro, que casi por generación espontánea, y en el profundo arquetipo venezolano, emergió aquello de que el petróleo es “mío”, y que por tanto, trabaje o no, lo merezca o no, “me tienen que dar lo mío”; pero, también para seguirnos entendiendo, es obvio que las riquezas del suelo y subsuelo de un país no son para regalárselas a nadie, sino para explotarlas y generar la debida renta para que el Estado pueda prestar determinados servicios, además de ser el ente más apropiado para subsidiar a los segmentos más frágiles de la población… al menos hasta cierto punto, donde cada uno podrá abrirse camino con sus esfuerzo y talento. Obviamente que en términos actuales la “explotación” y sus beneficios no deben ser a costa de un ambiente dentro del cual viven sus habitantes y vivirán sus descendientes, pero eso es otro asunto.

4- Lamentablemente la realidad indica que esa explotación petrolera no se orientó a crear un Estado sano, y por tanto lo suficientemente fuerte para cumplir con su labor social, porque las élites venezolanas que gobernaron y legislaron nunca se atrevieron a cambiar la mentalidad nacional para que cada uno apartase ese “derecho nato” a recibir su arepa y ponerse a trabajar para obtenerla, esto es, que esas élites nunca se plantearos seriamente crear las condiciones para el desarrollo de la iniciativa privada para industrializar a Venezuela y convertirla en lo que su geografía siempre ha sugerido, cual país caribeño, andino y amazónico, cuyo destino manifiesto era el ser un poder real en la región. Nada de eso ha ocurrido, porque ni durante la democracia prechavista hubo una industrialización sólida ni un manejo adecuado de la riqueza estatal –la industrial, la mineral, la agrícola, la humana-, como tampoco durante estos veinticinco años de chavismo.

5- Hay que resaltar también que la gobernanza insana del pasado se diferenciaba de la chavista en que la corrupción de sus élites estaba más difundida, mientras que en el régimen actual está muy concentrada en manos de los jerarcas cívicomilitares, a partir de los cuales naturalmente el latrocinio se va difundiendo hacia esos personajillos políticamente menores pero indispensables para mantener firme ese nefasto andamiaje. Y para ambos ciclos de poder lo mismo puede decirse de la ineptitud.

6- Como venezolano, entonces, y haga lo que haga, yo tengo derecho a un tolete de “mi” riqueza petrolera, un aspiración sin duda insana pero que es la excusa perfecta –y legítima, se podría decir- cuando nos percatamos de que la gobernanza de nuestras élites no cumplió con su deber, y por tanto, la imperfección de los servicios públicos y del rol subsidiario estatal junto a la ausencia de empleos dignos para salir de la pobreza, fueron reforzando ese derecho que solo emerge de una realidad paralela en la que todos nos hemos sumergido, junto a su derivado más evidente, cual es el clientelismo.

7- Bajear, por tanto, sería el inicio de una relación clientelar, al menos hasta que la sutileza que la caracteriza evolucione hacia una relación abierta, y por tanto descarada, donde la captación de votos en los sectores más humildes ha implicado el recibir láminas de zinc –algo muy remoto ya-, cauchos, neveras, leche en polvo, un cupo en la escuela, liceo o uinversidad, una bequita, un carguito menor –dentro del cual solo los más honestos lo trabajaban de verdad-, y así hasta el infinito… hasta llegar a las cajas CLAP. Nada ha cambiado, y esto solo en lo relativo a bienes y prebendas, excluyendo esos favores corporales que también han abundado siempre a partir de una relación asimétrica donde quien tiene el poder decide forzar el destino ajeno.

8- Ya en otro nivel socioeconómico más benévolo, el “bajear” no consiste en intercambiar votos por especies sino en dinero puro y duro, pero invirtiendo el proceso clientelar, esto es: que si un político “regala” bienes a la gente para que voten por él, o sea que paga por ello –aunque el dinero implícito en el costo de esos bienes no sea suyo sino del Estado, o de sus financistas- en realidad él está “comprando” esos votos, pero cuando un empresario ofrece dinero para conseguir un contrato con el Estado, es éste quien está comprando al político que tiene el poder de torcer un proceso administrativo, quien a su vez se “vende”. Los políticos nefastos por tanto, se dedican a comprar al prójimo, o a venderse ellos mismos.

9- Nótese sin embargo que mucha gente pobre no tiene otra salida que vender su dignidad a cambio de bienes y alimentos –recordemos Los Miserables de VIctor Hugo-, mientras que empresarios y políticos, por tener esa base socioeconómica que los otros no tienen, bien podrán buscarse le vida de manera honesta. Por tanto, estando ambas compras-ventas viciadas de raíz, el juicio ético claramente debe diferenciarse por la presencia de atenuantes cuando al humilde no le queda más remedio que actuar así, y de agravante cuando el poderoso tiene otra alternativa. Pero esto último también es otro asunto.

10- Ya puestos en la actualidad previa a las elecciones presidenciales venezolanas, el “bajeo” endógeno es evidente en todos quienes rodean a los dos candidatos principales, el del régimen y el(la) de la plataforma unitaria-, buscando unos por todos los medios posibles una invitación al programa de Diosdado Cabello Con el mazo dando y otros arrimándose de a poquito en las fotos grupales de Machado, o unos candidatos alacranes conversandito con el chavismo y con MCM, abonando ambos terrenos para pasarse al del ganador apenas esté proclamado, mientras otros reptan lentamente haciéndose presentes en uno que otro acto como preludio a sus aspiraciones a gobernadores y alcaldes, en un juego de bajeo que creen que el destinatario no se percata de ello, cuando en realidad lo tiene muy claro, porque él mismo en su momento hizo lo mismo. Si lo dirá Nicolás cuando utilizaba las fuerzas centrípetas cubanas para medio mantenerse en una órbita lejana al Comandante, pero más cercana que muchos de sus rivales, hasta tener la suerte de entrar por completo en ese deseado primer círculo, y si lo dirán todos aquellos que ahora rodean a MCM luego de hasta haberle hecho ensalmos de mal agüero en aquellas primarias muy extrañas.

Afortunadamente, diría esa letra mencionada al inicio, “llevamos cuatro días y faltan tres pa’ terminar”, aunque salta a la vista que con Nicolás nada cambiará, y que EG-MCM, de ganar, tendrán que subir al corozo que representa el cambio de esa mentalidad de bajeo. Empresa imposible para ellos… no en democracia, no sin pensar en el bien común, no “privatizándolo todo” como afirma MCM, tan campante ella.

Hermann Alvino

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